Érase una vez una página en blanco… … que enseguida dejó de estarlo.
Cruzarse de brazos o actuar, aburrirse o procurar diversión: es cuestión de actitud. Entre los simpáticos personajes de "Una historia", solo uno opta por aprovechar el tiempo cuando los demás aguardan por el relato que han de protagonizar. Mientras divagan -como si de un trasunto de "Esperando a Godot" se tratase-, no se percatan de que su compañero está construyendo a su alrededor todo un mundo de color y aventuras con la única ayuda de unos lápices y su ilimitada imaginación.
Rompiendo la cuarta pared -esa frontera invisible entre la obra creativa y el público- es posible ser partícipes de la trastienda del libro; una idea sencilla que Marianna Coppo desarrolla de manera efectista y sorprendente para proponer una necesaria reflexión sobre el conformismo, la apatía, la inseguridad o el temor a lo desconocido, frente a la iniciativa, la audacia y la voluntad por mejorar el entorno para que redunde en uno mismo y en los demás.
Por fin, la historia llega a sus impacientes destinatarios en forma de carta; la misma carta urgente que la autora deposita en manos de las lectoras y lectores con este libro cuya portada y envés se presenta como un sobre postal. "Una historia" destaca también por su sutil sentido del humor, la frescura de los telegráficos diálogos que entablan los protagonistas, el tratamiento de los silencios y del espacio en blanco, que aumenta o disminuye de modo inversamente proporcional a la presencia de la fantasía.
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