Alfanhuí era amigo de los lagartos y del gallo de una veleta que le enseñó mucho sobre los colores. Estudió con un taxidermista cuya criada se puso verde y se murió. Alfanhuí vive las aventuras como espectador que las adapta a una cotidianeidad fantástica en la que nada es estridente. Entre una y otra andanza va creciendo el protagonista, cual Lazarillo moderno, entre los viejos pueblos y la polvorientas rutas que pinta magistralmente Sánchez Ferlosio