Una casa de caracol grande como una catedral, llamativa como una tarta de cumpleaños, redonda como un circo. ¿No será difícil de transportar?
Una familia de caracoles vivía en una jugosa col. Con la casa a cuestas, la recorrían lentamente en busca de alguna hierba tierna para roer. Un día, un pequeño caracol le dijo a su padre:
"Cuando sea grande, quiero tener la casa más grande del mundo."
"Eso es una bobería," respondió el padre, que resultó ser el caracol más prudente de todos. "Las cosas grandes no siempre
son mejores." Y le contó esta historia…
En su infancia, Leo Lionni fue un gran admirador de los animales, sobre todo reptiles, que acogía en un terrario con paredes
de vidrio, acondicionado con arena, piedras, helechos y musgo. De esta afición surgirían, con el tiempo, relatos como el del caracol que ansiaba tener una casa más llamativa que la de ningún otro congénere; una metáfora más sobre la vida, la prudencia, el sentido práctico de las cosas, la humildad y la sencillez frente a la arrogancia y la superficialidad.
Con un lenguaje de gran riqueza literaria y unas ilustraciones que destacan por su plasticidad y colorido, Leo Lionni presenta esta fábula que sigue la senda de otros libros suyos, como "Frederick", "Nadarín", "Paso a paso", "Pequeño Azul y Pequeño Amarillo", "Álex y el ratón de cuerda" y "El sueño de Matías"; historias sencillas que suponen, en palabras del autor, "una comprensión intuitiva de la esencia de las cosas y de los acontecimientos".
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